Contrariamente a cierta «narrativa simplista» difundida por algunos medios de comunicación, el autor del artículo, Peter Beaumont, especialista en la cobertura de catástrofes naturales, da fe de la movilización y rapidez mostrada por las autoridades marroquíes.
«En el espacio de unas 48 horas, Marruecos reabrió parcialmente una de las principales carreteras que conducen al corazón de la zona del terremoto, abriendo un corredor para la entrega de ayudas a los más afectados», afirma Peter Beaumont, añadiendo que helicópteros militares de las Fuerzas Armadas Reales volaron sin parar durante días, mientras una enorme ola de solidaridad recorría el país.
Para «The Guardian», los problemas encontrados se justifican por la propia naturaleza de la catástrofe, que afectó a una población muy dispersa en cientos de pueblos repartidos por un terreno montañoso extremadamente difícil.
Según el periodista británico, «algunas de las críticas (…) huelen al complejo del salvador blanco, a la noción imperante de que los países occidentales son los únicos capaces de ayudar en tales circunstancias de desastre y necesidad».
En realidad, señala el diario londinense, uno de los primeros principios de la ayuda humanitaria es la idea misma de la «soberanía en la toma de decisiones».
«Si bien es normal que Estados extranjeros ofrezcan su ayuda, también es un privilegio, no un derecho, ser invitado a ayudar, ya que los marroquíes son los más indicados para determinar lo que es necesario». Hay también un segundo principio: quienes ofrecen y envían ayuda deben asegurarse de que sus esfuerzos contribuyen realmente a la labor de socorro, sin agotar y dilapidar valiosos recursos», argumenta The Guardian.
«Mientras las rutas de entrega de ayudas fueron abiertas rápidamente, la cuestión urgente es cómo ayudar a Marruecos a reconstruir las comunidades devastadas a largo plazo», sostiene The Guardian, precisando que esto requerirá un compromiso serio por parte de los socios internacionales de Marruecos.
